MI HISTORIA

 

Mi primera toma de contacto con la docencia fue mientras todavía era estudiante de Ingeniería Técnica Industrial, dando clases de Física a una chica que veraneaba en mi pueblo, para que pudiera aprobar en septiembre. Nunca lo había hecho ni pensé que lo haría, me lo encontré y acepté por no dejar a la chica colgada, pues veraneando en un pueblo pequeño, no hay muchas oportunidades de clases particulares de recuperación ni de ningún tipo. Las clases, que en principio serían de una hora, acababan siendo de dos o más, pues yo me encontraba cómodo y me esforzaba en que ella entendiera las cosas, a pesar de las pocas ganas que le ponía.

Al final, mi alumna acabó aprobando, lo cual me dejó con la satisfacción de quien consigue recoger cosecha de un terreno poco propicio.

Después de aquello, acabé la carrera y me puse a trabajar, pasando por distintas empresas, y nunca sentí ningún tipo de atracción por la docencia, hasta que mi hijo fue al instituto y tubo que lidiar con la asignatura de Tecnología, y además en inglés.

Llegamos a deducir, que su profesora no tenía mucho control de la asignatura de Tecnología. Al año siguiente demostró ser una excelente profesora de Matemáticas, pero tenía grandes carencias en Tecnología.

Esto me vino a recordar lo que ya sabía por experiencia propia, la importancia de un profesor que sea capaz de transmitir sus conocimientos, y ya no hablo del que con su carisma y entusiasmo sea capaz de arrastrar al alumnado, de motivarlo e incentivarlo hasta las más altas cotas de interés por la asignatura, sino que me conformaría con sólo ser capaz de que al alumno le resultara fácil entenderlo y asimilarlo.

Como he dicho anteriormente, yo no he sentido ni siento la llamada de “la docencia” para ser mi meta en la vida, pero siento la necesidad de ofrecer mis conocimientos y mi facilidad de hacerme entender, a los jóvenes que ahora se están formando, ante la aparente falta de técnicos en las aulas.